- Señor, ¿puedo pediros una última clase? - preguntó el señor Marais animándose de pronto.
- Señor, ¿puedo intentar una primera clase? - replicó el señor de Sainte Colombe con voz sorda.
El señor Marais inclinó la cabeza. El señor de Sainte Colombe tosió y dijo que deseaba hablar. Hablaba de un tirón.
- Esto es difícil, señor. La música está simplemente ahí para hablar de lo que la palabra no puede hablar. En tal sentido, no es totalmente humana. ¿Conque habéis descubierto que la música no es por complacer al rey?
- Descubrí que era por agradar a Dios.
- Y os habéis equivocado, pues Dios habla.
- ¿Por regalar el oído?
- Aquello de lo que yo no puedo hablar no regala el oído, señor.
- ¿Por conseguir el oro?
- No, el oro no es audible.
- ¿Gloria?
- No. No son sino nombres que se renombran.
- ¿Silencio?
- Éste no es sino lo contrario del habla.
- ¿Por los músicos rivales?
- ¡No!
- ¿Por el amor?
- ¡No!
- ¿Por el amor perdido?
- No.
- ¿Por el desamor?
- No y no.
- ¿Será por un barquillo dado a lo invisible?
- Tampoco. ¿Qué es un barquillo? Se ve. Tiene sabor. Se come. Eso no es nada.
- No sé qué más, señor. Creo que hay que dejar una copa a los muertos...
- Ahí os quemáis...
- Un pequeño abrevadero para que beban aquellos a quienes el lenguaje ha traicionado. Por la sombra de los niños. Por los martillazos de los zapateros. Por los estados que preceden a la infancia. Cuando carecíamos de aliento. Cuando carecíamos de luz.
En el rostro tan viejo y rígido del músico, al cabo de unos instantes, apareció una sonrisa. Tomó la gruesa mano de Marin Marais en su mano descarnada.
- Señor, poco ha me habéis oído suspirar. Voy a morir pronto y mi arte conmigo. Sólo mis gallinas y mis ocas me echarán de menos. Voy a confiaros una o dos arias capaces de despertar a los muertos. ¡Vamos!
Pascal Quignard, Todas las mañanas del mundo (fragmento)
La millor lliçó de música que he rebut mai. Gràcies Ms. Quignard, Ms. Corneau, Ms. Depardieu (pare i fill), Sr. Savall: http://www.filmaffinity.com/es/film453982.html
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