Se requieren pañuelos Kleenex, o en su caso, de cualquier otra marca que aguante emociones, para ver el final de una de las óperas más inspiradas de Puccini. Lo mejor, o lo peor del caso, es que un@ acude a ver La Bohème a propósito, con ganas de emocionarse, de llorar, de sentir en el espinazo este canto a la esperanza, al amor y a la muerte.
Y el respetable tiene el derecho de abuchear a Mimì, Rodolfo, Musetta y todos los demás, si no se consigue empapar uno o dos kleenex por acto, y especialmente al final del último.
Pues sí, se echa en falta el lloro final en estas bohèmes del Liceu... Esto de volver con los kleenex intactos a casa no es de recibo.
ResponElimina(Por cierto, la pareja ha vuelto hace tiempo)
A lo mejor están contenidos en esta Bohème porque piensan que con la situación concreta del Liceu y la general ya hay para llorar bastante...
ResponEliminaMira, al menos una buena noticia. Hacen buena pareja, de aquellos que las broncas están a la altura de las reconciliaciones...
Gracias por pasarte y por tu comentario, Marga.