«No está científicamente demostrado que el alma no se transmita en un transplante de órganos» (Mariló Montero)
Te doy mis ojos:
con ellos verás el mundo, lo bueno y lo feo, el mar y el cielo, la mañana y la noche.
Te doy mis riñones,
que limpien el agua y te aparten las piedras del camino.
Te doy mi hígado,
para que te bebas la vida, apurando la copa sin que te duela demasiado.
Te doy mis pulmones:
toma todo el aire que pueda llenarlos, y así respirar hondo cuando todo haya pasado.
Te doy mi páncreas:
nunca entendí para qué sirve, pero guárdalo bien para un caso de apuro.
Te doy mi corazón,
herido en cien batallas de trabajos de amor perdidos.
Si lo cuidas bien, todavía puede palpitar poderosamente otros cien mil quilómetros.
Es un buen motor. Nunca me ha fallado.
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